lunes, 11 de mayo de 2009

Los de Adentro



Nos deboran los de adentro. Lo sabés de las mil maneras posibles.
Presiono un botón, y en cientos de esquinas nadie se encuentra. Me olvido un paraguas,
y el juego deja de ser juego cuando se empapan cabezas blandas, arrugados huesos.
No quiero tu mano en mi mano, cuando puedo estar tocando boletos gastados, monedas,
el fondo azul de algún bolsillo. Quiero pedazos tuyos, de aquellas partes que desconocés, que no te interesa perder.
Enciendo una lámpara, y todo desaparece; todo lo que realmente me toca desaparece. Ojos como los tuyos solo quieren inspeccionar, abrirme el cuerpo sin siquiera realizar el ritual de desvestir :
destrozar el tiempo,
dilatar la espera,
que se caigan las prisiones, derrotarse.
Pero apretamos el botón; abusamos del café y de las máquinas. De repente quiero sueños, vos amor. De repente las palabras son millones y millones, y de nada sirve ya inventar.
Las mil maneras se nos cayeron encima,
vos no sabes cómo
yo no sé.
Los paraguas se amontonan en terrazas sin frío, sin pulso.
Dame una razón, para no seguir jugando

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