martes, 27 de marzo de 2012

De lo que escuchan los pájaros

    Me contó un pajarito el secreto más largo del mundo, aproximadamente medía unos 308 metros. No trataba de vos, pero claramente rosaba toda tu cabeza de triste pez fuera del mar. Ocupaba gran parte de la estrella lejana, que se sitúa en aquellos ojos que ven por primera vez la cara del día besándose con la noche, siempre acostados para mayor intimidad.
   Fue entonces cuando comprendí de donde venía toda tu euforia por las tardes, y aquella espuma que sale por tus dientes cuando intentas recordar algo, una línea recta de tu vida anterior a este momento. Entendí la palabra que no existe y siempre quisiste decir... y abrías grande la boca para ver si se asomaba y nacía. Los partos duelen, y te sangró el labio superior por algún rasguño de todas las frases que quisieron colarse para ser benditas.
   El pájaro salió volando cuando le pregunté acerca del secreto más corto que existía, creo que pensó que me estaba burlando de sus sabias recopilaciones, o quizás sólo creyó que era demasiado para un oído como el mío.
   Me acuerdo todo el tiempo del pico del ave, parecía iluminarse con cada abertura, y yo pensaba que quizás era el arco iris, y como no hubo ni lluvia ni sol, tuvo tiempo de venir hacia mi.
   Recuerdo todo el pájaro, pero ya no me acuerdo del secreto. Será por eso que hoy te miro, tratando de buscar indicios en la orilla de tu persona, en la carcajada de huesos que sale de tu tristeza. Y nada. ¡Lo que daría por ser hormiga y meterme en una de tus fosas nasales! averiguar de donde viene tanto polvo, averiguar que quiso decir el pajarito con eso de la mano que no es del cuerpo, que no logró treparse al corazón.
   Te observo y me estas dictando una linda combinación de palabras sueltas, una gran ola de palabras que aman que las pronuncies, tratando de hacerme sentir celosa por usarlas a ellas. Y yo me río, por que me encariño con ellas, y con tu boca, y pienso que en algún lugar del paladar se encuentra el pájaro reposando calmo, y deja que te vacíes de fracesitas molestas, mientras él cuida de tu niño, ese que un día darás a luz.

jueves, 22 de marzo de 2012

Pañuelos amarillos

    Si la nariz de Marta hablara, seguro diría cosas como: "nunca en mi vida llevaría sombrero de tela" y "seguramente subiría las escaleras con las manos, y abrazaría con lo pies". No tanto por sus fosas de colmillos marinos, sino por la altura a la que ésta se somete. Parece que estar tan cerca de los techos le ha dado un aire de universo terrible, y ahora cada vez que mira al piso se pone a llorar. No sería tan grave si su llanto no imitara al de una nube. No sería tan grave, si su grito no pretendiera ser trueno, o pajarito cantando en la mañana.
    Desde entonces, Marta ha intentado sobornarla con pañuelos de seda amarilla, y hasta de lunares, con tal de que su tristeza tenga donde reposar. De vez en cuando, le acerca la taza de café con espuma bien cerca, para que piense estar en un caribe moreno, de cielo negro y calmo. Y hasta la seduce con una de esas flores de polleras rojas, siempre tan dispuestas a mostrar sus piernas, pero ésta las rechaza con un gran estornudo que es lo mismo que un escupitajo directo a la frente del placer.
   Los días no parecen tener fin, y Marta sólo descansa cuando sube a lo alto de un árbol de hojas verdes y carnosas, y su nariz puede creer que está volando, y que no es tan diferente a uno de esos pájaros que imagina dioses; es entonces cuando respirar se convierte en la verdad, que se mofa de los gusanos que no hacen más que cavar bien hondo sus cuerpos en la tierra, y creerse felinos del destino. Es entonces, cuando respirar parece ser lo único importante del cielo de nuestra cabeza.

viernes, 9 de marzo de 2012

Mercurio


Mientras el sonido de la lluvia, que no es réplica de mosquito, ni apertura de osos alargando su sangre al Sol, nos enfebrece la columna que llevamos derecha en ocasiones en las que es preciso decir que No!, o tal véz, si la sonrisa es capaz de durar en un jarrón con poca agua más de tres días, nos susurra al oído el secreto más cercano a nuestras almas, de nuestros ojos,  que se esconde en la inocencia de creerse transparencia entre tanto desnudo a siete manos, a ocho pies.
 Si por entonces nuestro pez nos condena por tardarnos, no una década, sino, vidas que pecaron de identidad de flor, y agujero, y luna. Y esa Luna, que no es nada sin el Sol.
Mientras tanto, aplastamos la boca de la mosca, que sensual nos develaba la pureza de un cráter de cuerpo blando; y a la bestia que bailaba feliz, casi muriendo, casi fugándose al planeta más cercano, para prenderse fuego, y para que la lluvia no pudiera ni mojarnos un sólo pelo. De tontos, por supuesto.

No lo es

Te veo en mis sienes, rompientes, sangrantes. Quizás el amor no fue del tiempo, ni de esta ceniza que cae a pesar mio.
Yo escribo por que vivo, y aniquilo, todo lo que dejas en la mente de una flor. ¡Una flor! y murió el jardín, de ropas viejas, y ojos cascarudos, que albergaron mil polillas llenas de alas, llenas de crueldad dulce, fatigadas de tanto dormir entre tanta espuma. No veo más que eso que existe, y late, me atrae y rompe la poesía, de las poesías. Y esto, esto no lo es.

#MIRACÓMONOSPONEMOS

Mirá cómo nos ponemos me pongo la voz entera no dejo que quiebren mi testimonio Me pongo las uñas y los dientes me pongo el dolor que tr...