martes, 23 de octubre de 2012

La noche esta danzando y no la ves


"Destiño el beso de tu boca para amarlo aún más" . No quería escuchar las palabras-resortes que decía Mario en estado de ebriedad, era necesario que tapara mis oídos con las servilletas blancas que volaban por la mesa. Mientras tanto Elisa, siempre sonriente a carcajadas dulces, miraba idiotizada cada palabra de Mario que tomaba vuelo en la cocina: flotaban un poquito en el medio y después subían hasta el ventilador de techo, para juntarse con el humo del cigarrillo y las promesas. 
"Tuve que amarte diez veces para no olvidar tu nombre". Y es que llega un momento de la noche en que ni el vino, ni la radio, pueden contener nuestros cuerpos de manera fuerte, abrazarlos cansadamente y dormirse con los huesos bien sujetos a tempestades negras; yo seguía sin escucharlo, pero conocía todas sus frases de memoria: cada coma suspensatoria, cada intento por desdoblar las intenciones de las oyentes.
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Creo verlo juntando las últimas migas del mantel, cuando por fín dejo libres  mis oídos para que me bese, silenciosamente, como él sabe hacerlo.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Estanque

  Su corazón-cangrejo busca un océano corto, pequeño, ínfimo, donde descansar. Le han dicho muchas veces que tantos sobresaltos de inmensidad, le han dañado el agujero mágico por donde pasan las sorpresas; y es que cuando se acumulan demasiadas sorpresas, se pasa de la alegría al llanto, y del llanto a la histeria.
  Por tanto tener la boca abierta, el estómago se le ha llenado de partículas diminutas, que nadie avisó duplicarían su tamaño al ser remojadas en  ácidos estomacales. Y la extraña sensación de que algo nuevo iba a ocurrir se le afinó tanto, que podía predecir hasta el amor de dos parientes lejanos que ahora vivirían en Camboya.
 Pese a todo ésto, él era capaz de conmoverse con lo más bello de lo predecible. Lo rutinario le recordaba el significado de  la belleza, es decir aquello que esquiva la erosión. Cuando observaba al perro con su cola, no podía dejar de llorar y aplaudir; y cuando el té se acomodaba en su única taza de vidrio, le ocurrían convulsiones fantásticas en el cuerpo, comparables a las que tenía su hermana con Pedro, Silvio y Juan.
  Menos durante el sueño, vivía en la pregunta constante del devenir. Ya que en los sueños había manipulado cada parte de sí para soñar siempre con lo mismo: un agua que no corre, estancada y cristalina.
  


jueves, 6 de septiembre de 2012

Mosquitos Blancos

   La función de los aplausos comenzaba a las cinco en punto, justo cuando las señoritas derraman sus té en las carteras gamuzadas y agujereadas por las polillas.
   Los mosquitos se preparan para el evento con una enorme sonrisa: lavan sus alas con jabones perfumados a violetas y se ponen dientes nuevos, de perlas húmedas.
  Cuando los mosquitos están sentados en sus asientos, tratan de imaginarse una isla perfecta en el centro del planeta, que desconoce palabras humanas como gobierno, o mesa.
  La música suena carnal y huesuda, y los aplausos empiezan a formarse con los dedos, para cerrarse con las palmas boa-estrella.
  Los cadáveres de mosquitos caen como nieve fría en un piso azul hermoso, que luego será barrido para sacar las penas de los pies de las hormigas, que se ponen tristes cada vez que nieva.

sábado, 21 de julio de 2012

Fue el Beso

  A Belén y Jimena.



 Totalmente improbable es que Marta bese a Mario y totalmente imposible es que las sábanas le cubran los pies cuando navega en su colchón de carne y hueso.
  Todo comenzó cuando Mario dejó caer de sus bolsillos, pelusas voladoras de magníficos colores que no dudaron en posarse en los hombros de Marta, llenándola de una saliva exquisita, pero brutal. Ésta se sintió de lo más inundada, y no hay peor cosa que un Río en la vereda  separándonos de nosotros mismos.  Cuando  intentó disculparse  las pelusas crecieron salvajemente, empujando a Marta cada vez más hondo de la superficie. Con la mitad de la nariz en las afueras, Mario la rescató con sus brazos de huesos transparentes, dejando ver que la valentía no se corresponde en nada con un cuerpo "musculento"
  Con el pelo chorreado de agua cristalina,  Marta sonrió a pesar de todo; señal por la cual Mario abrió su enorme boca dejando ver sus dientes perlados, casi gritando, casi arrodillados.
  Pero es imposible que Marta bese a Mario. Ella no imagina su vida en submarinos, ni en balsas, ni mucho menos en barcos de papel. Así es como ella huyó en su colchón por los feroces pisos de madera, tropezándose de vez en cuando con alguna escalera impertinente que le preguntaba la hora, o le sonreía a medias. Marta lucha con cocodrilos de dos patas, que se pisan la corbata y se comen sus sombreros.


lunes, 2 de julio de 2012

Menos Marta


   Como calla Marta, no calla nadie. Admiro su violenta boca tragapalabras, y la rudeza con que fulmina cualquier sonido fastidioso, y transgresor.
   Merece ser colgada en aquellos museos, donde la gente pasa con la sonrisa abierta  y las manos cirujanas capaces de operar aún en lo sano, en lo calmo. ¡Que pasen delante suyo, y balbuceen todo tipo de oraciones bien formadas! pero que luego la sintaxis se transforme en arma blanca, muy blanca. Entonces  Marta se dejará abrir sus palabras para no morir, y la gente la encontrará pobre. Solidaridad intelectual: siempre sobran fracesitas perecederas, y nos hace bien ponerlas en la gorra; que haya una Marta menos en el mundo, para soñar contentos con la extinción de los silencios.

martes, 27 de marzo de 2012

De lo que escuchan los pájaros

    Me contó un pajarito el secreto más largo del mundo, aproximadamente medía unos 308 metros. No trataba de vos, pero claramente rosaba toda tu cabeza de triste pez fuera del mar. Ocupaba gran parte de la estrella lejana, que se sitúa en aquellos ojos que ven por primera vez la cara del día besándose con la noche, siempre acostados para mayor intimidad.
   Fue entonces cuando comprendí de donde venía toda tu euforia por las tardes, y aquella espuma que sale por tus dientes cuando intentas recordar algo, una línea recta de tu vida anterior a este momento. Entendí la palabra que no existe y siempre quisiste decir... y abrías grande la boca para ver si se asomaba y nacía. Los partos duelen, y te sangró el labio superior por algún rasguño de todas las frases que quisieron colarse para ser benditas.
   El pájaro salió volando cuando le pregunté acerca del secreto más corto que existía, creo que pensó que me estaba burlando de sus sabias recopilaciones, o quizás sólo creyó que era demasiado para un oído como el mío.
   Me acuerdo todo el tiempo del pico del ave, parecía iluminarse con cada abertura, y yo pensaba que quizás era el arco iris, y como no hubo ni lluvia ni sol, tuvo tiempo de venir hacia mi.
   Recuerdo todo el pájaro, pero ya no me acuerdo del secreto. Será por eso que hoy te miro, tratando de buscar indicios en la orilla de tu persona, en la carcajada de huesos que sale de tu tristeza. Y nada. ¡Lo que daría por ser hormiga y meterme en una de tus fosas nasales! averiguar de donde viene tanto polvo, averiguar que quiso decir el pajarito con eso de la mano que no es del cuerpo, que no logró treparse al corazón.
   Te observo y me estas dictando una linda combinación de palabras sueltas, una gran ola de palabras que aman que las pronuncies, tratando de hacerme sentir celosa por usarlas a ellas. Y yo me río, por que me encariño con ellas, y con tu boca, y pienso que en algún lugar del paladar se encuentra el pájaro reposando calmo, y deja que te vacíes de fracesitas molestas, mientras él cuida de tu niño, ese que un día darás a luz.

jueves, 22 de marzo de 2012

Pañuelos amarillos

    Si la nariz de Marta hablara, seguro diría cosas como: "nunca en mi vida llevaría sombrero de tela" y "seguramente subiría las escaleras con las manos, y abrazaría con lo pies". No tanto por sus fosas de colmillos marinos, sino por la altura a la que ésta se somete. Parece que estar tan cerca de los techos le ha dado un aire de universo terrible, y ahora cada vez que mira al piso se pone a llorar. No sería tan grave si su llanto no imitara al de una nube. No sería tan grave, si su grito no pretendiera ser trueno, o pajarito cantando en la mañana.
    Desde entonces, Marta ha intentado sobornarla con pañuelos de seda amarilla, y hasta de lunares, con tal de que su tristeza tenga donde reposar. De vez en cuando, le acerca la taza de café con espuma bien cerca, para que piense estar en un caribe moreno, de cielo negro y calmo. Y hasta la seduce con una de esas flores de polleras rojas, siempre tan dispuestas a mostrar sus piernas, pero ésta las rechaza con un gran estornudo que es lo mismo que un escupitajo directo a la frente del placer.
   Los días no parecen tener fin, y Marta sólo descansa cuando sube a lo alto de un árbol de hojas verdes y carnosas, y su nariz puede creer que está volando, y que no es tan diferente a uno de esos pájaros que imagina dioses; es entonces cuando respirar se convierte en la verdad, que se mofa de los gusanos que no hacen más que cavar bien hondo sus cuerpos en la tierra, y creerse felinos del destino. Es entonces, cuando respirar parece ser lo único importante del cielo de nuestra cabeza.

viernes, 9 de marzo de 2012

Mercurio


Mientras el sonido de la lluvia, que no es réplica de mosquito, ni apertura de osos alargando su sangre al Sol, nos enfebrece la columna que llevamos derecha en ocasiones en las que es preciso decir que No!, o tal véz, si la sonrisa es capaz de durar en un jarrón con poca agua más de tres días, nos susurra al oído el secreto más cercano a nuestras almas, de nuestros ojos,  que se esconde en la inocencia de creerse transparencia entre tanto desnudo a siete manos, a ocho pies.
 Si por entonces nuestro pez nos condena por tardarnos, no una década, sino, vidas que pecaron de identidad de flor, y agujero, y luna. Y esa Luna, que no es nada sin el Sol.
Mientras tanto, aplastamos la boca de la mosca, que sensual nos develaba la pureza de un cráter de cuerpo blando; y a la bestia que bailaba feliz, casi muriendo, casi fugándose al planeta más cercano, para prenderse fuego, y para que la lluvia no pudiera ni mojarnos un sólo pelo. De tontos, por supuesto.

No lo es

Te veo en mis sienes, rompientes, sangrantes. Quizás el amor no fue del tiempo, ni de esta ceniza que cae a pesar mio.
Yo escribo por que vivo, y aniquilo, todo lo que dejas en la mente de una flor. ¡Una flor! y murió el jardín, de ropas viejas, y ojos cascarudos, que albergaron mil polillas llenas de alas, llenas de crueldad dulce, fatigadas de tanto dormir entre tanta espuma. No veo más que eso que existe, y late, me atrae y rompe la poesía, de las poesías. Y esto, esto no lo es.

#MIRACÓMONOSPONEMOS

Mirá cómo nos ponemos me pongo la voz entera no dejo que quiebren mi testimonio Me pongo las uñas y los dientes me pongo el dolor que tr...