sábado, 2 de diciembre de 2017
Papeles en la mesa
Es de mañana y en mi mesa no hay abrigo para las hojas sueltas que escribí en algún momento.
De tanto mezclarse han llegado a encariñarse; les fueron brotando telarañas que se adhieren de margen a margen, como un puente indestructible y majestuoso.
Siempre llueve dentro de casa, aunque el sol se encargue de lucir su reino afuera. Siempre llueve dentro, y afuera es brillante y arde. Tengo una tacita de té sobre la parte menos invadida de la mesa, y dejo que su calor concentre todas las penas que arrastran las telarañas como escaleras de personas que no saben de otra cosa, que trasladarse sin cesar. El té se espesa y vuelve dulce, entonces riego mis entrañas como para despabilar el alma que seguro se sacude de tanta lluvia. Es momento de juntar las hojas, soplarle un poco el polvo que cubrió a la tinta, hacer un surco donde creo está el corazón y mirar del otro lado del adentro para afuera. Seguro ahí no llueve, seguro ahí el sol no quema.
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