domingo, 1 de diciembre de 2013

De otras guerras


La eterna desesperación del gritón enmudecido, la fastidiosa prueba del sobreviviente.
María recibió el temido llamado, no habían pasado sino cinco minutos de la hora acordada y del día dispuesto. El aire también rajó su vientre frente a los insistentes alaridos del teléfono. Toda la atmósfera perecía estar invadida del sonido inescrupuloso, asaltante, sangriento.
No quería atender el llamado, alargó la espera aunque el cuchillazo en su estómago la dejara sin aire. Tenía la esperanza del cansancio, de la mujer que puede desaparecer incluso aunque alguien la nombre, la invoque. 
Verdaderamente, no quería atender el llamado. Decir las crueles palabras de bienvenida al diálogo, iniciar el ritual de la invanción por palabras. Sentía que una parte de sí misma desaparecería en el organismo del otro, y peor aún, que una parte del otro se metería en su cuerpo contagiándola de minúsculas, pero poderosas, guerras internas.
Ya no podía eludir los gritos del teléfono, vaciarse de pautas sociales conllevaría el abandono de otras que no estaba dispuesta abandonar. 
Atiende el llamado: se prepara para la danza del guerrero amaestrado.

2 comentarios:

  1. Vayamos a nuestra propia ciudad creada del gran tornillo, donde los telefonos no suenan :)
    te amo!

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  2. No hay nada más conflictivo que amaestrar el guerrero... Te mandamos chistes sin momentos, desde abajo del sauce...

    J

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